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Foto del escritorJavier Peña Sanz

El rol masculino como educador infantil

La pregunta que planteo esta semana es la siguiente ¿Cuántos hombres has visto en centros infantiles de 0-3 años? ¿y de 3 a 6? ¿Por qué son importantes los educadores?


A raíz del reciente y nuevo trabajo que vengo realizando con pequeños, he querido hacer un estudio sobre la incidencia del hombre como rol educativo. Todo viene a raíz de estos últimos días donde estoy trabajado, donde las niñas, más que niños de 0-3 años, temen o les invade un sentimiento de miedo, desconfianza, se alejan o esconden, sienten necesidad del apego progenitor o de la educadora/monitora, cuando se presenta una figura masculina y nueva en su entorno socioeducativo, presentando un comportamiento anómalo a su naturalidad.


En la educación parvularia/infantil la mayoría son educadoras, son pocos los hombres que se atreven a estudiar la carrera/ciclos formativos/cursos en educación infantil y muchos menos los que consiguen un trabajo donde de verdad puedan interactuar directamente con niños.


(Yo mismo he podido verlo a través de toda mi trayectoria académica, formativa, profesional y laboral, envuelto y arropado mayoritariamente siempre por chicas y mujeres, y por el hecho también de obtener “bastinazos” ante situaciones adversas por mi condición de género ante ofertas de empleo, incluso tener el infortunio de dar con profesionales de la enseñanza o recursos humanos con micromachismos arraigados por la sociedad)


Desafortunadamente todavía existen dudas sobre sus habilidades y prejuicios e incluso sobre los riesgos que su presencia representa. Son pocos y hay mucha desconfianza en torno a ellos, y han tenido que luchar y enfrentarse constantemente a la desaprobación e incluso recelo de la sociedad, pero su trabajo con los niños puede ser fundamental para su formación. La figura masculina como la femenina dentro de los primeros seis años de vida son fundamentales, para hacer una sociedad más equitativa en relación a los géneros desde la infancia, contribuye a la construcción de su identidad, puesto que hombres y mujeres tienen diferentes formas de interactuar, comunicarse y establecer relaciones. La presencia de un educador del sexo masculino dentro del aula, les permite ver que trabajan conjuntamente con las mujeres en un ambiente de equipo, evidenciando que ambos géneros son capaces de la enseñanza y hacer mismas funciones, dejando atrás o de lado la separación de roles. Valorar el rol del hombre en la educación formal, es una forma de dar igualdad y equidad en las relaciones que los niños construyen con ambos sexos desde temprana edad. A través de un educador de párvulos, pueden aprender sensibilidad, aprender que un hombre tiene derecho a estar triste o con rabia, y expresarlas de otras maneras, distintas a los que la sociedad en general les impone.

Según Cameron, Mooney y Moss (2002) y Rolfe (2005, 2006), nos recuerdan que en la mayoría de países europeos no se supera el 5% de profesionales varones en educación infantil. Esta situación pone de manifiesto la falta de igualdad entre las tendencias sociales más equitativas y el modelo que facilita la escuela infantil, claramente feminizado actualmente. Esta circunstancia priva a la comunidad educativa y en especial a los niños, de la presencia de un modelo masculino en las escuelas de educación infantil, centros infantiles y otros espacios socioeducativos y culturales, lo cual dificulta una educación basada en la equidad e igualdad de género.


A pesar de los recientes cambios y normalización paulatina en las estructuras y tipos de familias actuales, así como la función de los hombres en el cuidado de los hij@s y tareas domésticas, la mayoría de familias se rigen por 2 figuras parentales: padre y madre, con la consiguiente división de funciones, basada en la mayoría de los casos a causa del género. Si bien la enseñanza-aprendizaje de valores y actitudes igualitarios se inicia en la familia, el niño debe encontrar en la escuela la correlación correspondiente, o sea la oportunidad de educarse conviviendo en contextos que ofrezcan vivencias que desarrollen el valor de la equidad de género.


La educación infantil realizada por equipos profesionales mixtos contribuye, según Moss (2000), a la ruptura de estereotipos basados en la división de funciones según el género, favorece las actitudes respetuosas, no discriminatorias, y la educación en valores. La presencia masculina entre los profesionales de los centros de educación infantil, incide directamente en la mayor implicación de los padres en la educación de sus hijos y en su participación en las dinámicas de los centros educativos, afirmando que el hecho de ofrecer los dos modelos, el masculino y el femenino, posibilita una mejora cualitativa de la educación, ya que se ofrece a los niños modelos culturales equitativos que se apoyan en la vivencia y significación de los aprendizajes


La educación para la igualdad y coeducación se convierte por tanto en un reto del sistema educativo, donde los profesionales de la enseñanza deben inculcar al alumnado conductas y hábitos propios de personas educadas en libertad y el respeto mutuo. Trabajar con la familia es fundamental ya que su papel es el reflejo de los más pequeños, es el seno del desarrollo de las habilidades sociales que seguramente no estarán exentas de cargas de género.

Cabe recordar que en la Constitución Española en su artículo 14 y 9.2 se prohíbe expresar cualquier tipo de discriminación por razón de sexo y establece la obligación que corresponde a los poderes públicos de promover las condiciones de igualdad de las personas. Y en Estatuto de Autonomía de Andalucía en el artículo 15 establece que se garantiza la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en todos los ámbitos.


Por todo esto considero que hay que fomentar la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito familiar y escolar de forma coordinada, siempre y fundamentalmente desde los primeros niveles educativos y romper con los estereotipos sexistas arraigados por la sociedad y evitar futuros riesgos en la adolescencia y edad adulta.

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